AEl gobernador de Tucumán, don Federico Helguera (1824-1892) fue gran amigo de Juan Bautista Alberdi (1810-1884), y sus descendientes conservan piezas de la correspondencia que intercambiaron. Interesa rescatar párrafos de una de esas cartas de Alberdi, fechada en Saint André de Fontenay el 25 de julio de 1877.
Había sido elegido diputado nacional por Tucumán, y pensaba que la provincia se extrañaba de que siguiera en Francia. Quería dar a Helguera un explicación, aunque reservada, por ser "asunto personal y delicado". Narraba que "no he podido conseguir todavía que la casa de Armstrong en Buenos Aires, me restituya un depósito de fondos que hice en ella para tener a mi orden. De mes en mes he recibido promesas de devolución que han ido fallando una tras otra. Espero sin embargo incesantemente ver removido este obstáculo sin salir de mi regla habitual, que es no acudir a medios extraordinarios".
En otro orden, le contaba que en París lo atacó "una enfermedad grave, por la cual me ordenó el médico salir inmediatamente a la campaña, donde felizmente me he restablecido". Esto, aclaraba, no constituía impedimento para viajar, pues "el mar conviene a las afecciones pulmoniales". Era la tercera vez, en 15 años, que experimentaba esa dolencia que, "aunque grave para un joven (me ha dicho un médico célebre) no me impediría vivir 30 años".
Le habían comunicado la aprobación de su diploma y se consideraba ya miembro del Congreso. Estar todavía ausente le resultaba afligente pero, decía, "mi conciencia se aquieta al pensar que jamás el estudio de nuestros grandes problemas orgánicos me ha absorbido más que en estos momentos mismos".
Había sido elegido diputado nacional por Tucumán, y pensaba que la provincia se extrañaba de que siguiera en Francia. Quería dar a Helguera un explicación, aunque reservada, por ser "asunto personal y delicado". Narraba que "no he podido conseguir todavía que la casa de Armstrong en Buenos Aires, me restituya un depósito de fondos que hice en ella para tener a mi orden. De mes en mes he recibido promesas de devolución que han ido fallando una tras otra. Espero sin embargo incesantemente ver removido este obstáculo sin salir de mi regla habitual, que es no acudir a medios extraordinarios".
En otro orden, le contaba que en París lo atacó "una enfermedad grave, por la cual me ordenó el médico salir inmediatamente a la campaña, donde felizmente me he restablecido". Esto, aclaraba, no constituía impedimento para viajar, pues "el mar conviene a las afecciones pulmoniales". Era la tercera vez, en 15 años, que experimentaba esa dolencia que, "aunque grave para un joven (me ha dicho un médico célebre) no me impediría vivir 30 años".
Le habían comunicado la aprobación de su diploma y se consideraba ya miembro del Congreso. Estar todavía ausente le resultaba afligente pero, decía, "mi conciencia se aquieta al pensar que jamás el estudio de nuestros grandes problemas orgánicos me ha absorbido más que en estos momentos mismos".